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ASÍ EMPEZÓ TODO
1Aunque yo aún todavía era un pre-adolescente, recuerdo el “London”, situado en una de las bifurcaciones del Callejón del Ritz, el “Zero Zero”, en
la parte baja de la ciudad y el primitivo “Genesis”, cerca del Estadio “El Mirador”. Más tarde hubo otro “Genesis” en la calle Gregorio Marañón, del cual, sin duda hablaré en posteriores posts. Estos locales convivían con el
reducto de los antiguos Guateques, convertidos en fiestas en garajes o locales grandes mejor o peor acondicionados, que se repetían todos los fines de Semana y que algunos casos acabaron convirtiéndose en verdaderas Discotecas. El “Garrido” en la Villa Vieja y el “Gilito” en la calle Lope de Vega
fueron los que más éxito tuvieron, aunque existieron algunos más dispersos por otros puntos de la ciudad también bastante bien organizados.
Algo después, en el Secano, aprovechando un edificio antiguo, creo que una bodega, se abrió “El patio andaluz”, un local muy grande donde se montaron mesas y sillas de madera y donde la cerveza corría por litros y se
escuchaban sevillanas a todo meter. Recuerdo que, próxima la semana de Feria, colgaban en su fachada un enorme cartel donde ponía: “La primera de la Feria” en clara alusión a que era como una caseta más.
Y por supuesto el “Pacharón”, mal llamado por muchos “Pacharán” al confundirlo con la bebida.
Aquí te servían cerveza, cubatas o combinados variados en unos vasos y copas que iban desde las de un litro a las de nueve litros. Así que era frecuente ver a un
grupo de amigos bebiendo con pajitas de una misma enorme copa (ver foto a la derecha).
Cuando cerró sus puertas, se corrió el bulo de que el cierre se había producido por un contagio de hepatitis al beber tantas personas de un mismo recipiente. Parece ser que esa no fué la causa real del cierre.
Mencionaré también otro clásico que perduró hasta hace bien poco, incluso aún continúa abierto con otros propietarios, nos referimos al “Hendrix”
(después “Secano 8″). Recuerdo que en el toldito que había en la puerta había
un dibujo de la cara del genial músico.
Dentro, puf, ambiente no apto para cualquiera. El que aquí entraba sabía lo que se iba a encontrar. Sobre todo buenísima música y después un ambiente sin prejuicios. Aquí el personal fumaba a destajo ( y algo más que tabaco), hasta el punto que te encontrabas en la barra unos cuencos llenos de filtros de cartón para facilitar la fabricación de los “cigarritos de la risa” a los clientes.
Hombre, todo el mundo no iba de lo mismo, pero el que entraba no se asustaba de lo que veía y se convivía en un ambiente único.
También quiero hacer mención al “JM”, aunque éste ya fué algo posterior e incluso convivió con la movida de San Isidro y de la calle Trafalgar (de las que también postearé extensamente). Este bar fué una novedad en su momento al tener una cuidada y elegante decoración a base de madera, siendo lugar predilecto de los más tranquilos del lugar.
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